Algo triste y alegre al mismo tiempo, que desprende cierta melancolía sin saber exactamente de dónde proviene. La última juventud, el último verano, el tiempo que se escapa inasible entre los dedos mientras intentamos contenerlo con gestos imposibles, y al final, entramos en la vida adulta como un cuchillo en la mantequilla, de manera inevitable. Esa es La caricia de la medusa.
Debo reconocer que me gustan las sorpresas, que sucedan cosas que no esperas, que se cambie el ritmo de los acontecimientos que uno se plantea de antemano.
Te entregas y al final te poseen… y después ya las aburres.
Pero es que no distinguen un tesoro de un montón de mierda, y acaban dejándose seducir por el más cabrón.
Y, como ya te lo esperas, como ya estás acostumbrado, te da igual. Ya no esperas un amor eterno que te dure toda la vida.
El que usa bien un «quiero que hablemos» después tiene ventaja.
Dolía. Dolía mucho. Y que todo fuera olvidable también dolía.
Pero a veces ese amor tan hermoso que no quieres ver morir no es más que una puta pelota que te montas tú mismo… No existe. Solo amas tú, así que eso únicamente existe en tu cabeza.
El olvido del amor se cura en soledad
Se ha de estar bien con uno mismo. No hay que estar siempre esperando que llegue otro para llenarnos el vacío interior